Con motivo (y excusa) del mundial lxs integrantes de la Red Argentina de Bloggers de Viajes nos propusimos hacer un recorrido por los lugares de nacimientos del plantel completo de la selección Argentina. En mi caso, decidí hacer un post respecto a la ciudad en la que realicé mis estudios terciarios y universitarios y en la que viví 7 años, tiempo en el que llegué a sentirme propia del lugar, la querida ciudad de La Plata.

 

Ciudad cabecera de la Provincia de Buenos Aires, fundada en 1882 por Dardo Rocha. La Plata debe su fama a que es la única ciudad del país que fue planificada, fue diseñada en un cuadrado perfecto y con diagonales que la cruzan, con espacios verdes cada 6 cuadras.

La Plata que yo viví, caminé y sentí, probablemente difiera bastante de la del defensor argentino Marcos Rojo, pero casualmente las cosas que nos sucedieron en simultaneo ocurrieron a unas pocas cuadras unx del otrx. Quién sabe si alguna vez no me lo habré cruzado, si no habrá pasado por mi casa camino a entrenar mientras yo elongaba en el balcón.

De mis años estudiando Teatro, Danza e Historia del Arte, los recuerdos más latentes son el aroma a tilo que perfuma la ciudad, el septiembre violeta en las avenidas pintados por el jacarandá, la tranquilidad para andar en bici hasta cualquier hora y cantando como una loca, las noches de cine por 4 pesos argentinos en el Cine Freak del Dardo Rocha, los 19 de noviembre en la Plaza Moreno, los 21 de septiembre en el Bosque, los eneros despoblados a falta de estudiantes y el arte en las calles.

De los primeros años en la ciudad de las diagonales, recuerdo mi obsesión por jugar a Sherlock Holmes tratando de encontrar y descubrir símbolos masones, el viento fresco que llegaba por la diagonal 77 (calle donde viví la mayor parte del tiempo) la gente que la recorría los domingos para ver jugar a Gimnasia o a Estudiantes (todo esto antes del Estadio Único) las benditas baldosas flojas en días de lluvias, los lunes madrugadores cortando camino por “el” diagonal 78 para llegar a Bellas Artes (Ah! Pongo “el” porque ese el vicio local de cambiarle el artículo a la diagonal) las tardes de mate en la Estación Provincial.

De sugerir lugares para conocer, les aconsejaría que recorran los lugares verdes (el Parque Saavedra, El Bosque, Plaza Italia, Islas Malvinas) que se sumen a alguna guitarreada en Plaza Rocha (frente a la Facultad de Bellas Artes) que se coman algo rico en el Olga Vázquez, que conozcan la Casa de Curutchet, que en una noche estrellada se acerquen al Observatorio Astronómico,  que viajen en el tiempo y se sientan niñxs de nuevo al ingresar a la República de Lxs Niñxs. Pero por sobre todas las cosas que la caminen, porque si hay algo difícil en La Plata es perderse (teniendo en cuenta que las calles son con números)

La Plata siempre fue para mí, un sinónimo de arte en las calles, de expresión artística del under mas under, símbolo de lucha estudiantil. Es la ciudad joven que si duerme (a diferencia de la ciudad de la furia)

Curiosamente para el tiempo en que yo decidía que mi ciclo en la ciudad se había cumplido, Rojo también migraba hacia nuevos rumbos siendo transferido al FC Spartak de Moscú de Rusia. Hoy lo que puedo decir que tenemos en común con Marcos Rojo, más allá de la ciudad que llegamos a compartir, es que ambxs estamos cumpliendo nuestro sueño: Él, jugando la Final del Mundial; Yo, conociendo el continente de Argentina a México por tierra 🙂

 

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